domingo, 21 de septiembre de 2008

Manifiesto por la Movilidad 2008


Resolver el problema de la movilidad se considera hoy un eje central en la construcción de ciudades habitables. El imparable aumento del tráfico, en especial del automóvil privado, influye drásticamente en la vida de los ciudadanos: robando espacio público, contaminando el aire, creando ambientes ruidosos, ingratos e inseguros y condicionando los hábitos personales y colectivos. Así que difícilmente se pueden lograr avances relevantes en la mejora urbana sin hincarle el diente a este hueso duro de roer.

Tratar de solucionar los problemas de movilidad sin cuestionar el tipo de ciudad que se fomenta desde el planeamiento es absurdo. Aunque no se puede "dar la vuelta" a la ciudad tal como es, sí es posible cambiar de estrategia y adoptar, como eje de la toma de decisiones, el criterio de acercar los servicios y corregir la tendencia a la dispersión espacial. En vez de multiplicar las facilidades de locomoción favoreciendo la accesibilidad, ha de promoverse la movilidad.

En las ciudades históricas y monumentales, la incompatibilidad del tráfico con el espacio físico es más evidente y obliga a buscar soluciones en la línea de la movilidad sostenible. Porque la necesidad de moverse en la ciudad es inevitable.

La cuestión es: ¿Cómo? ¿Por qué medios?

Está comprobado que la organización urbana orientada a facilitar el flujo de automóviles conduce a un aumento imparable del tráfico y de la congestión. Es un círculo vicioso en el que los coches demandan nuevas carreteras y aparcamientos, más espacio urbano, que nunca resulta suficiente porque, a la vez, promueve el uso de más vehículos que colapsan las infraestructuras construidas y exigen otras nuevas... Y así, la ciudad se transforma en función del coche; muchos ciudadanos se ven obligados a adaptarse a un ambiente cada vez más difícil y menos suyo; el "medio" de transporte se convierte en "fin".

La motorización de las ciudades ha provocado, de hecho, un grave impacto social, empujando a un profundo cambio de hábitos en las personas y contribuyendo a abrir una brecha entre grupos de población, en función de la disponibilidad para tener y/o usar el automóvil

Las barreras culturales y psicológicas afectan a toda la población. La sobrevaloración del coche, su transformación de "medio" en "símbolo" - de prestigio, de libertad...-, la relación de dependencia creada respecto de él, son fenómenos que hacen muy difícil afrontar cambios sin acompañarlos de un proceso educativo que favorezca un profundo vuelco en los valores sociales.

Empezar a transformar esta visión requiere mirar con ojos nuevos y críticos.

Podemos apostar a que "hay vida más allá del automóvil" y que una nueva etapa sustituirá a ésta, que da tantas muestras de crisis. Para ello, serán necesarias iniciativas audaces por parte de las administraciones, y un proceso abierto a la participación ciudadana, que permita reunir apoyos de los grupos hoy desfavorecidos (peatones, niños y ancianos, discapacitados físicos, usuarios de los transportes colectivos y ciclistas).

Sin duda, los ejes de una nueva movilidad, más racional, que incluya a toda la ciudadanía y que respete el ambiente urbano, deben ser la marcha a pie, los transportes colectivos y la bicicleta y estas son ya las estrategias de movilidad de muchas ciudades europeas.

La personas que hoy nos encontramos aquí reunidas ponemos nuestro grano de arena hacia el cambio, que, - aunque granito de arena -, es muy valioso ya que transmitimos a la ciudadanía que no nos resignamos con esta realidad cotidiana porque luchamos por otra mejor.


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